En ocasiones surgen problemas de interacción entre las personas. El escenario habitual, en el ámbito personal, es que una de las dos personas transgrede alguna norma, o no cumple una necesidad de la otra, y aparece la fricción. En ese momento el caso ideal es, si ambas personas desean que perdure esa interacción, que aquella que está transgrediendo adecue su comportamiento en aras de la convivencia.
Esto no deja de ser una extrapolación de las normas sociales de convivencia, o más bien las normas sociales de convivencia sean una extrapolación de esto. Quiero decir, cuando alguien roba y con ello perjudica a otro individuo, la solución aplicada por la sociedad es intentar que el infractor comprenda que debe cambiar su actitud. Esto que parece una perogrullada viéndolo a escala social, se vuelve borroso para algunos a escala personal. Así, cuando en ocasiones se transgrede una norma de interaccción, el transgresor pretende que su transgresión no es tal, y que en realidad la convivencia puede perdurar si el transgredido lo desea, "levantando la mano". Finalmente el transgresor llega incluso a cargar la responsabilidad del cese de la interacción en el transgredido por no ser lo suficientemente tolerante. Sería como intentar convencer a la víctima del robo que "a fin de cuentas no es tan malo" que le roben y que sólo debe "acostumbrarse".
Pero la pregunta que yo me hago es qué falla para que una persona no comprenda que no puede convencerse a quien tiene una necesidad de que debe prescindir de ella, sino que, si realmente desea que la convivencia perdure, ha de modificar determinados patrones de conducta. No hace falta ser ningún lince para darse cuenta de que al menos uno de los factores que influyen aquí es el egoísmo que manifiesta el transgresor, que intenta que su status no varíe, y tampoco tenga que modificar su comportamiento. Reduciéndolo al absurdo, sería una postura tan irracional como la del asesino en serie que desea seguir asesinando y por ello cree que lo ideal es que cambien las leyes que lo inculpan.
sábado, 23 de junio de 2007
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