martes, 4 de septiembre de 2007

Diógenes emocional

El Síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que, entre otras características presenta un voluntario y total abandono por la limpieza del hogar. De cuando en cuando aparece en las noticias de televisión alguna espectacular noticia de un caso de Diógenes extremo, en el que se encuentran toneladas y toneladas de basura y objetos inservibles en el domicilio de algún anciano, tras su muerte. La diferencia entre una persona que padece este desorden y una persona "sana" es que ante la misma visión de una habitación con basura hasta el techo, estriba en que la persona con Diógenes verá que su casa es perfectamente normal mientras que la persona "sana" se aprestará a comenzar una limpieza de emergencia. Si hago esta introducción es porque si bien el Síndrome de Diógenes afecta a un porcentaje relativamente bajo de la población, lo que yo llamo su homólogo emocional afecta a casi la porción complementaria.

Las personas también tenemos a veces que pasar la aspiradora en el ático. Limpiar aquellas pelusas que más daño nos hacen y aprender a recolocarlo todo para dejarlo reluciente y en perfecto estado. El problema es que hay un abrumador número de personas con lo que yo llamo "Diógenes emocional", que ante el panorama de una psique bastante necesitada de una revisión urgente, se afanan en asegurar que está todo bien y que no hay nada que tocar. Lo mismo que le ocurrire al paciente del tradicional Síndrome de Diógenes.

Es verdaderamente difícil que una persona llegue a reconocer que necesita cambiar. Ese hecho nos ha instalado en el convencimiento de que "la gente nunca cambia", frase esta que he oído hasta la saciedad. Esto no es así. El ser humano es un animal eminentemente adaptativo. Su éxito a lo largo y ancho del planeta, y a lo largo de los siglos se debe, entre otras cosas, a su capacidad de adaptación, en ocasiones física, y en ocasiones emocional. Del mismo modo que vemos extremas demostraciones de proezas físicas que nos sirven para afirmar "si esa persona puede, yo también", podemos tomar como ejemplo proezas de igual calibre en el mundo de las emociones. Bajo determinadas circunstancias es perfectamente posible el cambio, la desprogramación de los patrones perjudiciales y la reprogramación voluntaria de nuevos patrones más saludables. La clave de todo este proceso es la concienciación personal de la necesidad de dar ese primer paso. El paso de reconocer que hay un problema (o varios) a los que meter mano en el interior de uno mismo es sin duda el más importante del proceso de cambio. Es esa fase crucial la que determinará en una gran medida el éxito o fracaso de todo el proceso. La motivación con la que esa persona se conciencie de su problemática será clave para acometer los importantes ajustes que seguirán, y sólo con una verdadera concienciación se alcanzará el éxito.

sábado, 11 de agosto de 2007

El león de Nemea

Entre las miles de obsesiones que llevo conmigo, la mitología griega es una de ellas. Aunque parece que la mitología griega es un compendio de historias para niños, realmente en ellas se basaba la sabiduría ética y moral de los griegos, y todas sus historias tienen una lectura profunda y mística que no podemos obviar y que alberga enseñanzas importante sobre la vida. Quizá la antigüedad de aquella mitología hundía sus raíces en las tradiciones prehistóricas más básicas en las que, antes de inventarse la psicoterapia como tal, los hombres ya se preguntaban cómo dar solución a aquellas cuestiones que les atormentaban.

En concreto me encanta la historia de Heracles contra el León de Nemea. Heracles mata al león sin ningún arma, sin ayuda externa. Lo hace valiéndose únicamente de sus propios medios. En algunas versiones lo estrangula con sus manos y en otras introduce su brazo en la garganta de la bestia pero en lo que no hay disensión alguna es en el hecho de que Heracles no usa nada más que su propio ser para completar la tarea. Tras matarlo, desolla al león y usa su piel como armadura. En vez de deshacerse de su enemigo, lo usará en su beneficio, lo usará para protegerse y para evitar ataques del exterior. Lo usará como recuerdo permanente de quién es, y de su bagaje. El león de Nemea es el primero de los doce trabajos de Heracles, y así, tras superar esta tarea, llevará la piel del león sobre sus hombros el resto de su periplo, desde el enfrentamiento con la hidra de Lerna hasta domar a Cerbero, pasando por el jabalí de Erimanto o el toro de Creta.

Nadie está mejor dotado que nosotros mismos para acabar con nuestros monstruos. Nadie nos puede proporcionar herramientas que nos ayuden en esa labor. Quizá alguien pueda señalar con el dedo el camino a seguir, pero por duro que resulte, habrá de ser cada uno quien recorra con sus pies y en la más absoluta soledad ese camino, al final del cual estará el león de Nemea esperando a derrotarnos o a ser derrotado. Una vez vencido, la experiencia obtenida nos acompañará el resto de nuestra vida, como acompañó a Heracles la piel del león, sirviendo precisamente para protegernos. Tras vencer al león de Nemea seremos mucho más fuertes, jamás volveremos a ser la misma persona.

viernes, 29 de junio de 2007

Consumidores de Sensaciones

Hace poco estuve leyendo una entrevista en la que se habla en parte de algo en lo que suelo terminar siempre que me pongo a desarrollar una idea, a saber, que en las actividades en las que intervenimos personas, nunca se sabe lo que puede pasar.

La cuestión en este caso trata acerca de las personas como consumidores. Por ejemplo, como todos sabemos hay un tipo de compra denominada"por impulso", aquella que se realiza sin haberse planeado y como consecuencia de un estimulo fuerte en el lugar y momento apropiados.

Pues bien, cuando la compra si es planeada uno podria engañarse pensando que el proceso será en buena medida un ejercicio racional, es decir, si sales a comprar unos vaqueros con que te guste el color, la confección, el precio y poco más ... debería ser suficiente. Pues no.

Ninguna compra es racional y cuando llegas a la tienda resulta que hay montones de marcas y modelos diferentes de algo tan sencillo -a simple vista- como unos vaqueros.
Ahora resulta que tienes marcas asociadas a la calidad, otras que ofrecen el producto que realmente es "el original", las que están de moda porque las anuncia tu actor favorito, las que pretenden ofrecer la mejor relacion calidad/precio...
A veces, una marca consigue aglutinar muchos de esos factores a la vez, pero principalmente una marca se posiciona de una manera y luego si puede mejora su imagen en otros aspectos. No obstante, es dificil que la que está posicionada como de gran calidad trate de ser la "más barata".

De acuerdo, ¿ qué marca vas a comprar entonces ?. Seleccionas dos o tres y te pruebas tu talla. Ups, el corte de cada una te hace un "tipo" distinto. Resulta que la que mejor talla te da es un corte clasico y claro, no quieres que la gente te vea como un "abuelo". El tipo de pantalón que esta más de moda la verdad es que no te gusta nada el culo que te hace, así que intentas buscar algo intermedio, moderno pero que te quede bien, y que la marca sea buena... esto se complica.

En el caso de las mujeres esto se complica mucho más aun sencillamente porque se juega con mas factores. Pero ya solo con unos pantalones vaqueros de hombre que parece algo tan sencillo como el mecanismo de un chupete, puedes pasarte 2 horas dentro de la tienda facilmente.

Además de los factores relacionados con la marca, cuando hay muchos establecimientos que venden lo mismo, llega uno y te llena la ciudad de carteles con alguien que compra alli porque dice que no es tonto, vamos que si se te ocurre comprarlo al lado de casa, que a igualdad de circunstancias solo tendrias que cruzar la calle en caso de tener cualquier problema con el producto, entonces es que eres tonto. Cuanta presión !!.

En resumen, las compras son irracionales por mucho que queramos evitarlo, y si nos damos cuenta de que como consumidores compramos -por decirlo asi- "sensaciones", ahora podemos pensar en como nos "vendemos" las personas entre nosotras. Pero esto es para otro post.

sábado, 23 de junio de 2007

Efecto Kuleshov

Uno de los muchos efectos curiosos de la psicología cognitiva es el efecto Kuleshov. Lev Vladimirovich Kuleshov (conocido por la versión francesa de su nombre, Koulechov) nació el 1 de enero de 1899 en Tambov, y antes de cumplir los 21 años ya es profesor en la escuela de cine de Moscú, la VGIK que posteriormente llegará a dirigir, creando un laboratorio especial de montaje cinematográfico. Kuleshov se percató de que el cine, como cualquier arte, no reside en la obra, sino en la mente del observador. A fin de cuentas una obra no es lo que el creador hizo, sino lo que el espectador percibe y siente al enfrentarse a ella.

Kuleshov comprendió que el cerebro no percible imágenes aisladas y que, de la misma forma que leemos palabras completas y no letra a letra, nuestro cerebro combina las imágenes que vemos yuxtapuestas para crear una sensación conjunta. Y así realizó su famoso experimento de montaje cinematográfico. Creó tres escenas que proyectó ante tres públicos diferentes: La primera escena consistía en un plano de un plato de sopa, y después un primer plano del actor Ivan Mozzhukhin (conocido frecuentemente por la versión francesa de su nombre: Mosjoukine) . El primer público aclamó la capacidad de Mozzhukhin para mostrar hambre. La segunda escena era una niña en un féretro, y a continuación un primer plano del mismo actor. La segunda audiencia alabó el trabajo de Mozzhukhin expresando tristeza. La tercera secuencia consistía en una moza en un diván y el primer plano del actor. Y esta vez el público dijo que Mozzhukhin era un genio expresando cariño (u otras cosas). Lo que ninguna de las audiencias sabía era que el primer plano de Mozzhukhin era el mismo en los tres casos y que en sí mismo era bastante inexpresivo y neutro. Sólo el segundo plano, yuxtapuesto al del actor era el que confería sentido a la sosa expresión de Mozzhukhin. Nuestro cerebro no capta imagen por imagen, sino que realiza una mezcla de los mismos de forma que se difuminan los sentimientos producidos por una imagen y por la siguiente.


El experimento de Kuleshov


El efecto Kuleshov ha sido explotado en numerosas ocasiones en el cine, y es especialmente visible en la cinematografía constructivista soviética de principios del siglo XX, en la película Octubre (1928), de Eisenstein por citar tan sólo un ejemplo, es especialmente apreciable. Hoy en día el efecto Kuleshov es considerado una de las técnicas básicas de montaje cinematográfico. Por ejemplo en una persecución, la sucesión de tomas de perseguido y perseguidor cada vez más cortas produce la sensación en el espectador de que el perseguido se acerca cada vez más produciendo un crescendo en la tensión del espectador. De igual modo, el efecto Kuleshov fue empleado de forma perversa en las recientes elecciones municipales cuando el candidato del PP a la alcaldía de Badalona mostraba, en su vídeo propagandístico, escenas de gente descontenta por la delincuencia entreveradas con imágenes de emigrantes que producían una asociación en el espectador de que la delincuencia iba asociada indefectiblemente a la inmigración.


El efecto Kuleshov del PP badalonés


También Hope realizó un experimento similar hace unos años (cuatro exactamente, pues fue tras las elecciones autonómicas de 2003) con una fotografía de Rafael Simancas que repitiéndola varias veces, y con diferentes pies de foto, producían un efecto Kuleshov en el espectador muy interesante.

Reglas de interacción

En ocasiones surgen problemas de interacción entre las personas. El escenario habitual, en el ámbito personal, es que una de las dos personas transgrede alguna norma, o no cumple una necesidad de la otra, y aparece la fricción. En ese momento el caso ideal es, si ambas personas desean que perdure esa interacción, que aquella que está transgrediendo adecue su comportamiento en aras de la convivencia.

Esto no deja de ser una extrapolación de las normas sociales de convivencia, o más bien las normas sociales de convivencia sean una extrapolación de esto. Quiero decir, cuando alguien roba y con ello perjudica a otro individuo, la solución aplicada por la sociedad es intentar que el infractor comprenda que debe cambiar su actitud. Esto que parece una perogrullada viéndolo a escala social, se vuelve borroso para algunos a escala personal. Así, cuando en ocasiones se transgrede una norma de interaccción, el transgresor pretende que su transgresión no es tal, y que en realidad la convivencia puede perdurar si el transgredido lo desea, "levantando la mano". Finalmente el transgresor llega incluso a cargar la responsabilidad del cese de la interacción en el transgredido por no ser lo suficientemente tolerante. Sería como intentar convencer a la víctima del robo que "a fin de cuentas no es tan malo" que le roben y que sólo debe "acostumbrarse".

Pero la pregunta que yo me hago es qué falla para que una persona no comprenda que no puede convencerse a quien tiene una necesidad de que debe prescindir de ella, sino que, si realmente desea que la convivencia perdure, ha de modificar determinados patrones de conducta. No hace falta ser ningún lince para darse cuenta de que al menos uno de los factores que influyen aquí es el egoísmo que manifiesta el transgresor, que intenta que su status no varíe, y tampoco tenga que modificar su comportamiento. Reduciéndolo al absurdo, sería una postura tan irracional como la del asesino en serie que desea seguir asesinando y por ello cree que lo ideal es que cambien las leyes que lo inculpan.

martes, 12 de junio de 2007

La autoestima, no tan —auto

Diariamente nos encontramos con gente que tiene mucha autoestima o gente que tiene muy poca autoestima. Generalmente pensamos que aquellos con mucha autoestima son personas "muy seguras de sí mismas", mientras que otras personas con menos autoestima tienen "inseguridad". Dicho esto, parecería que la autoestima es algo así como un don. Aquellos agraciados que tienen mucha seguridad en sí mismos, mucha autoconfianza, tienen un gran concepto de sí mismos. Sin embargo más a menudo de lo que sería deseable obviamos el impacto que tiene el factor externo en todo esto. Si bien es innegable que hay personas más proclives a confiar en sí mismas que otras, lo cierto es que creo que sin un feedback que provenga del exterior es muy difícil alcanzar la total autoestima. Es como si nuestra mente tuviese un mecanismo de defensa ante la subjetividad que imprimimos cuando opinamos sobre nosotros mismos. (Cuando fallase este mecanismo de defensa estaríamos ante un caso de narcisismo como el de Fernando Sánchez-Dragó).

Sea como fuere, hay que tener presente que el ser humano es social y gregario por naturaleza, y ello se manifiesta no sólo en el hecho de que disfrute de la compañía de otros semejantes, sino que su mente ha evolucionado para la interacción con semejantes. Es como si la mente del ser humano hubiese evolucionado a lo largo de millones de años para formar parte de una red social, en la que un nodo aislado funciona a medio gas y sólo al interconectarse con el resto de la red está a pleno rendimiento. Así, nuestro cerebro habría funcionado para que el aspecto autoemocional, lo que pensamos y sentimos por y hacia nosotros mismos necesite de elementos de juicio externos. Sin estos inputs de apoyo moral, cualquier ego sano, por muy rollizo que esté, acabará desinflándose.

Evidentemente ese feedback del que hablaba tiene calidades, y todos valoramos más el apoyo de un hermano o un íntimo amigo que el ladino apoyo de un enemigo que sabemos puede ser una manzana envenenada. Por eso precisamente cuando aquellos seres más cercanos nos fallan (por su ausencia o simplemente dejación) a la hora de alimentar nuestra autoestima, es cuando más se resiente nuestro concepto de nosotros mismos. A nadie le preocupa que su peor enemigo jure en hebreo sobre nuestra tumba, mientras que el hecho de que tu mejor amigo, tu pareja o tu hermano deje de apreciar algo en ti de forma permanente en el tiempo supone a la larga una demolición de los pilares de esa supuesta "autoconfianza", (que como vemos, de auto tiene muy poco).

lunes, 11 de junio de 2007

Luz y Sombra

Quizá la luz y la sombra son en sí mismas un paradigma de la psicología. Es lo que tenemos, lo que somos. Es el alma que reside en nuestro cerebro quien nos hace perpetrar los actos más lúcidos y también los más oscuros. La luz y la sombra representan el Yin y el Yang, las dos caras de una misma moneda que están representadas en todos y cada uno de nosotros. Es un resumen esquemático de "lo que tienes en el coco", de aquello todos somos, y de aquello que todos tememos ser.

En este blog espero que demos rienda suelta a aquello que discutimos sobre la psicología y el comportamiento humanos. Las preguntas que nos hacemos de por qué somos como somos y por qué nos cuesta ser como nos gustaría ser.